Un hombre de 30 años, mientras viajaba junto a su hermana en un vagón del Metro en la estación Quilín (Peñalolén), vivió un aterrador momento de discriminación el pasado 23 de agosto de 2025. Al abrazar a su hermana —que no estaba bien emocionalmente— fue acusado injustamente de “aplastarle” la mano por otro pasajero. Aunque se disculpó con toda cordialidad, la situación rápidamente escaló al terreno del odio.
Todo se salió de control cuando, al sugerirle con respeto que desplazara su mano un poco hacia arriba, su agresor reaccionó violentamente, lanzándole insultos homofóbicos como “maricón” y hasta amenazas físicas. Una situación tan injusta como surrealista, porque lo que comenzó como una confusión terminó con un claro ataque motivado por orientación sexual; incluso se registró un video donde el agresor grita: “no me gustan los gays, ni los comunistas”.
El Movilh calificó este hecho como un claro acto de discriminación y de incitación al odio, no como una simple discusión pasajera entre viajeros. Destacó que la agresión verbal y las amenazas físicas basadas en la orientación sexual de la persona son ataques directos a la dignidad, totalmente imperdonables en una sociedad que se pretende democrática y respetuosa de los derechos humanos.
Este episodio nos recuerda que a pesar de los avances legislativos y culturales en materia de derechos para la comunidad LGBTQIA+, el prejuicio sigue vigente. Nos toca estar alertas, denunciar y educar, porque ningún desencuentro —ni siquiera el más banal— justifica el odio. Y si bien hay leyes que nos protegen, lo más poderoso sigue siendo nuestra voz colectiva para construir una convivencia más amable.
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