El fin de semana pasado nos dejó Carolina del Real, activista, comunicadora y una de las voces más visibles y valientes en la lucha contra el VIH en Chile. Su muerte a los 45 años, confirmada por su familia el domingo 12 de octubre, marca el cierre de una historia profundamente pública, dolorosa y luminosa a la vez. Una historia de resistencia, visibilidad y amor propio en tiempos de estigma.
Carolina fue diagnosticada con VIH en 2010, luego de ser hospitalizada por una neumonía grave. Pero lo que la distinguió fue su decisión de hacer pública su condición. Lo hizo primero en redes sociales, después en medios y finalmente en su libro Yo tengo VIH, mi verdad. Desde allí habló sin eufemismos sobre sus miedos, su rabia, el abandono médico y social, la culpa y el aprendizaje. Carolina no fue solo activista: fue pedagoga emocional.
En entrevistas, contaba que contrajo el virus por confiar en su pareja y dejar de usar protección. Pero nunca usó su historia como una advertencia moralista. Al contrario: puso el foco en la responsabilidad compartida, el derecho al placer informado, y en la importancia del testeo como acto de autocuidado. “Papá, tengo sida”, dijo alguna vez que fue la frase más difícil de pronunciar. Pero también fue el inicio de su activismo.
Desde 2013 comenzó a trabajar con organizaciones de salud, universidades y espacios comunitarios. En cada charla o entrevista dejaba claro que no se trataba solo de hablar de VIH, sino de re-humanizar la experiencia de vivir con el virus. Repetía una y otra vez que el VIH no es una condena, sino una condición de salud que, con tratamiento, permite una vida plena. Pero para eso, decía, se necesitaba información, no miedo.
Su trabajo fue profundamente queer, aunque pocas veces se la reconociera como parte de ese mundo. Fue aliada, interlocutora y defensora de las diversidades sexuales y de género. Entendía que el estigma del VIH no es neutro: afecta más a mujeres, personas trans, migrantes y a quienes ya viven otras formas de discriminación. Por eso su mensaje era claro: el virus no discrimina, pero la sociedad sí.
Carolina partió dejando una red de amor y memoria. Sus funerales se realizarán este lunes con una misa en la Iglesia Santo Toribio de Las Condes y posterior sepultura en el Cementerio Parque del Recuerdo. Su familia pidió recordarla con la fuerza, el amor y la alegría que entregó siempre. Y así será. Porque aunque su cuerpo ya no esté, su voz seguirá sonando en cada conversación que ayude a romper el estigma.
¿Conociste a Carolina o leíste su historia? ¿Qué te enseñó su valentía? Te invitamos a dejar tu mensaje en los comentarios.














Alan pino
Carolina del real es una gran mujer que fue y será un gran ejemplo para nuestra comunidad LGBTq+ una gran luchadora