La serie Reclutas, que acaba de estrenarse en Netflix, ha puesto al mundo queer en los cuarteles: el Pentágono la calificó como “woke garbage” (basura progresista). En su declaración oficial, el portavoz Kingsley Wilson sostuvo que las Fuerzas Armadas no “bajarán sus estándares” para satisfacer agendas ideológicas.
Reclutas, inspirada en el libro The Pink Marine de Greg Cope White, sigue a un joven gay que se integra al Cuerpo de Marines de EE. UU. en los años 90, cuando la discriminación contra personas LGBT+ en lo militar era cosa de norma. La serie ha sido un éxito inesperado: está en el top global de Netflix y ha sido elogiada por enfrentar con respeto las políticas anti-gay del pasado sin demonizar a todos los miembros militares.
Miles Heizer, protagonista, comentó que aunque la serie está ambientada décadas atrás, resuena con lo que ocurre hoy: “Reclutas ilumina lo que realmente está pasando ahora… aunque el show esté ambientado en 1990”. Esa vigencia es lo que irrita a quienes ven contenido queer en lo institucional como un desafío.
El conflicto refleja un choque mayor: ¿puede un relato queer militar existir sin que las instituciones se sientan amenazadas? Que una plataforma como Netflix dé espacio a historias como Reclutas ya es político. La presión de quienes lo ven como “propaganda” es también un recordatorio de que seguir visibilizando es necesario.














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