El cineasta Alejandro Amenábar está de vuelta con El cautivo, una ambiciosa película que rescata un episodio poco conocido pero fascinante de la vida de Miguel de Cervantes: su cautiverio en Argel. Para Amenábar, esta historia lleva años rondándole la cabeza y se ha transformado en una obra donde confluyen historia, emoción e identidad. “Hace ocho años me topé con el episodio del cautiverio y sentí que ahí había una película. Pero necesitaba tiempo para madurarla”, cuenta en su entrevista con Shangay.
Una de las aristas más discutidas del filme es la interpretación del propio Cervantes. Amenábar se ha atrevido a sugerir —sin afirmarlo de forma explícita— que el escritor podría haber tenido una dimensión afectiva o sexual con otros hombres. “No afirmo que fuera gay, pero tampoco lo descarto. Hay ensayos e investigaciones que plantean esa posibilidad, y como director, me interesa dejar abiertas esas puertas para que el espectador las cruce si quiere”, señala. Su intención, dice, no es provocar por provocar, sino “dar una visión íntima y emocional del personaje”.
En El cautivo, la relación entre Cervantes y otro de los personajes masculinos se construye desde la tensión contenida, más cercana al susurro que al grito. “Me interesaba mostrar una relación que no fuera puramente sexual. Hay deseo, sí, pero sobre todo hay conexión, afecto, cuidado. Es lo que pasa cuando la pasión inicial se transforma en otra cosa más compleja”, explica. Algunas escenas podrían haber ido más lejos, pero eligió un enfoque elegante: “No era necesario mostrar más, prefiero sugerir. Creo que la imaginación del espectador completa lo que no se ve”.
Amenábar también reflexiona sobre su rol como creador abiertamente gay en una industria y una sociedad aún marcadas por tensiones. “Salí del armario porque sentía que, si yo lo hacía, podía ayudar a otros. Hoy, aunque hemos avanzado, hay una ola reaccionaria preocupante. He recibido insultos, pero también muchísimo cariño. Y creo que como sociedad ya no hay vuelta atrás, por más que algunos lo intenten”, afirma con convicción.
Con El cautivo, Alejandro Amenábar no solo reinterpreta a Cervantes, también reabre el debate sobre cómo narramos nuestras historias, qué figuras merecen ser revisadas bajo nuevas luces, y cómo el cine puede seguir siendo un espacio para explorar lo que nos hace humanos, diversos y libres.
Esperamos que pronto se estrene en Chile.














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