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Indignación por decisión en caso Francisco Albornoz

La familia y amistades de Francisco Albornoz —el joven que murió luego de reunirse con José Miguel Baeza y Cristian González— enfrentan hoy una nueva herida. Tras cuatro meses en prisión preventiva, el Octavo Juzgado de Garantía de Santiago decidió cambiar la medida cautelar de Baeza, conocido como El Che, por arresto domiciliario y arraigo nacional. En otras palabras, el imputado que participó en ocultar el cuerpo de Francisco, transportarlo por la ciudad y finalmente abandonarlo en una quebrada, hoy podrá cumplir su detención desde su casa.

La decisión, que ha causado indignación pública, fue calificada por cercanos a la víctima como “un golpe brutal” para la familia. La defensa de Baeza argumentó que el hecho fue “un accidente” y que el imputado “no representa un peligro para la sociedad”. Sin embargo, esa explicación ha sido duramente cuestionada por organizaciones y ciudadanos, quienes consideran que la medida es una forma de impunidad disfrazada de beneficio judicial.

Francisco Albornoz fue hallado sin vida luego de que el propio González, coimputado en el caso, confesara lo ocurrido. Según la investigación, su cuerpo fue escondido y trasladado en automóvil antes de ser arrojado a una quebrada en el sector oriente de Santiago. Sin esa confesión, el paradero de Francisco podría haber permanecido oculto. Por eso, la indignación crece: ¿cómo alguien que participó activamente en encubrir un crimen puede considerarse “no peligroso”?

En redes sociales y medios comunitarios, la reacción ha sido unánime: exigir justicia y transparencia. Amigos y amigas del joven recuerdan su historia no solo como un caso judicial, sino como el reflejo de una sociedad donde el valor de la vida —particularmente la de jóvenes LGBT+ o vulnerables— parece relativizarse cuando entra en juego la fama o los privilegios.

“Esto no puede quedar así”, repiten quienes acompañan a la familia. Porque más allá del proceso legal, el mensaje que deja esta resolución es peligroso: que incluso ante pruebas graves, la empatía judicial puede inclinarse hacia quien tiene más recursos o visibilidad. Hoy, quienes amaban a Francisco siguen pidiendo lo mínimo: verdad, justicia y respeto por su memoria.

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